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“Una guerra de guerrillas no se gana”

En el 90 % de los países del mundo que han tenido problemas con guerrillas no los han solucionado por medio de la supremacía militar, sino por el diálogo y la búsqueda de la paz, afirma Milton Rojas, experto en conflictos.

Por: Luisa Amaya Serna, Estefanía Orozco Pavas y Luis Ángel Villamizar George

luisangelvillamizar@gmail.com

Medellín, Antioquia. Abril 19/2016

 

Milton Rojas es líder del grupo de investigaciones de conflicto y paz y profesor de la Universidad de Medellín. Profesional en derecho, especialista en ciencias políticas. Investiga en el campo de los derechos humanos, la cultura política y la calidad de la democracia.

Su recorrido académico lo respalda para hablar del conflicto en Colombia y el actual proceso de paz. A continuación se describe el actual proceso de paz, cómo lo es la agenda de negociaciones y se analiza la desinformación que existe en los ciudadanos, partiendo inicialmente de la baja participación política en el país.

Johan Galtung, un sociólogo noruego, plantea que el conflicto no es bueno o malo, en la historia de la humanidad, una forma de resolución de conflicto ha sido la violencia. Y cómo no reconocerlo en Colombia, cuando el conflicto ha existido desde la época de la independencia. Rojas expone que lo que hay que evitar es que el conflicto se torne violento.

Hablemos de las investigaciones que está desarrollando en relación con temas de conflicto y paz

Estudiamos sobre conflictividades, pero no nos centramos solo en el tema de conflicto armado colombiano, porque partimos del presupuesto de que en Colombia se presentan otra serie de conflictividades y que el conflicto armado es solo uno de ellos. Dependiendo del actor el conflicto tiene sus propias dinámicas: entonces hay conflictividades asociadas a género, de ciudad, ambientales, entre otras. Al menos hay que entender que en el caso colombiano, el conflicto armado no es el único conflicto y que tampoco es el punto nodal de todas las conflictividades del país.

 Es la teoría de que el conflicto es como un iceberg…

Es de Johan Galtung, un autor muy importante dentro del marco teórico de la maestría, así es como lo identifican. Muchos teóricos como él dicen que el conflicto como tal no es ni bueno ni malo, sino que depende de las formas de solución de este; históricamente una de las formas que ha encontrado la humanidad es la violencia. Entonces, lo que estos teóricos dicen es que lo que no hay que evitar es el conflicto, pero sí debemos evitar que este se torne violento, buscando otros mecanismos y soluciones. Finalmente Galtung dice que tenemos una serie de conflictividades que están soportadas por unos factores que no están en la superficie o que no son visibles.

¿La violencia estructural y cultural?

Efectivamente, hay asuntos estructurales, hay asuntos sociales, hay asuntos culturales, inclusive, pueden haber asuntos legales que generan exclusión. Lo siguiente es el tema de paz, construcción e infraestructuras de paz, entendiendo que la paz en principio se entiende como ausencia de conflicto, pero precisamente es desde Galtung y algunos teóricos españoles como el profesor Francisco Muñoz, que dicen que hay que construir la paz, y que la infraestructura de ella está relacionada con las bases que mencionamos antes.

Otro asunto que hay que tener en cuenta es el de la ‘paz imperfecta’, bajo el presupuesto de que la paz es perfectible, es decir, es un proceso. Hay que entender la paz no como una situación, sino como un proceso que se hace en constante construcción; que pasa en algunas ocasiones por rediseños institucionales, por acuerdos entre los actores, pero que esta construcción realmente surge desde la base, esa es la infraestructura o piso social.

 

Escucha la entrevista completa a continuación:


Con respecto a los temas que están trabajando en La Habana, ¿se está quedando el proceso de paz en buscar la solución al conflicto armado, o va más allá y toma en cuenta estas conflictividades? ¿Esto puede ser una causa de la poca aceptación de algunos sectores de la población civil?

Sobre el tema de La Habana, precisamente el último punto es el que entraría a negociar el fin del conflicto armado como tal, mientras que los otros tocan temas como el problema agrario, las víctimas y la justicia. Algunos de estos temas por parte de las Farc están logrando ser lo que  ellos interpretan como ‘el logro de la lucha’, finalmente que el Estado acceda y dé solución a lo que ellos históricamente han reclamado: el tema agrario. Ahora, uno podría decir, con un poco de cautela, que algunos temas de La Habana incluso ya estaban en la constitución, sino que no se han desarrollado debidamente.

¿Cuáles son?

El tema de víctimas, la dignidad y las justicias que se tienen que centrar en el individuo, la función social de la propiedad privada; esos son temas que están desde la constitución de 1991, sino que con el Proceso de Paz se les da una reinterpretación, no solamente a la luz de las negociaciones, sino también a lo que tanto se menciona antes y ahora con la justicia transicional, con los estándares internacionales que se han dado sobre eso.

Sobre la otra parte de la pregunta, la baja acogida del Proceso de Paz quizás gira en torno a otros asuntos, ligados más a que hay un sector considerable de la sociedad que siente que lo que se está negociado allá no los representa, y en parte esto también puede pasar por un asunto de comunicación. También es por la baja legitimidad que se le da al presidente en algunos sectores. Hay una oposición latente que se hizo visible en las pasadas elecciones para presidente, no se veían representados en el proyecto de paz.

 ¿Esto puede ser un error? Que la gente asocie el proceso de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos…

Es claro que Juan Manuel Santos en su primera elección llegó a la presidencia por el apoyo de un sector de las élites políticas, las que consiguieron movilizar su nicho de voto; pero cuando ganó  se desligó de eso. A partir de ahí se ha construido una imagen de Santos como ‘el traicionero’, como aquel que no reconoció quién lo llevó al poder. Ese electorado consideraba que si habían votado por él era porque se había comprometido a seguir con unas políticas; de hecho, en la segunda vuelta ya se desliga de Uribe. Eso ha ido generando que en ciertos sectores de Colombia se deslegitime a Santos.

En una encuesta a estudiantes de comunicación social, se reflejó que gran parte de los encuestados no tienen conocimientos sobre lo que se está negociando en La Habana. Se supone que ellos deberían estar más informados por estar más cercanos a los medios. ¿El desconocimiento es un factor de la  aceptación o rechazo del proceso de paz?

Ese tipo de preguntas relacionadas con la cultura política son bastante complicadas: lo primero que uno tiene que analizar es si solamente tomamos el factor de participación en elecciones los índices son muy bajos, escasamente superan el 50 %, y en muy pocas ocasiones; la última vez en congreso solamente salieron a votar el 51, 52 % de la población, siendo para las elecciones de presidencia diferente, porque el congreso moviliza más personas. La abstención electoral para primera vuelta fue alrededor del 56 %  y para segunda del 50 %.  A más de la mitad de la población no le interesa participar en la política, eso puede ser porque piensan que su voto no es representativo que a mayor número de personas cada vez mi voto tiene menos incidencia en  el resultado de la votación; segundo porque consideran que votar es legitimar el sistema y decir que este sí es democrático; o simplemente porque no les gusta. Esto va en contravía del principio democrático donde se supone que los ciudadanos deben estar preocupados, pero la gente vera. Hay una esfera de autonomía donde le sujeto puede decidir si le interesa o no.  El problema es que si este grupo no participa, el sistema no tiene como leer sus demandas.

Finalmente, eso es un reflejo no solamente de una facultad o universidad, sino que es el reflejo de toda la sociedad, una muestra de que  la gente construye su percepción de asuntos públicos por intermedio de otros. Aquí hay un apego a las emociones: hay que mirar a los presentadores de televisión para ver ese lenguaje verbal y corporal donde a partir de eso la gente va construyendo su posición de rechazo o acercamiento al proceso de paz. Uno de los asuntos que hay que tener en cuenta es que eso no es ni correcto ni malo, las democracias tienen que hacer respetar las posiciones a favor y  en contra.

 Con respecto a esa baja participación de la ciudadanía, ¿qué pasaría cuando llegue la hora de firmar el plebiscito por la paz?

Frente a este tipo de mecanismo, se tiene que tomar en cuenta que está frente al 100 % del electorado, pero en Colombia escasamente llega al 50%. Lo que tienen que comprobar es que más del 50 % tiene que participar, si sí alcanza ese umbral, se empiezan a contar los votos. Primero se debe alcanzar un umbral de participación y despúes hay que ver si de ese gran total que se alcanzó ganó la mayoría.  Con la reforma que hizo el gobierno el año pasado y que fue aprobada por el congreso, que en mayoría es coalición del gobierno, bajaron ese umbral de participación: solo tiene que ser más o menos el 17 %,  lo que da 4,6 millones, para que el mecanismo de refrendación sea aprobado. Este número, si uno se pone a analizar los votos que sacó Juan Manuel Santos en segunda elección, 8,7 millones, más o menos, él puede estar haciendo cálculos, lo que movilizó, o puede estar contando con los votos que los tres partidos de coalición sacaron en votaciones para alcaldías y gobernaciones, si suma los tres partidos llega a este mismo número. Ahí hay un cálculo con lo cual se busca también que los acuerdos prácticamente alcancen un rango constitucional, en el sistema político y jurídico les da una categoría superior. Esas son las dos cosas que se quieren hacer; legitimar el Proceso de Paz y alcanzar un rango constitucional. En términos sencillos es que la constitución es el texto y unos anexos, tratados institucionales, ahí quedaría lo tratado.

Si se supone que esto se ve tan ‘favorable’, ¿por qué las Farc quieren otro método de refrendación?

La interpretación que yo le doy es que si usted se va a la historia, en el siglo dieciocho y veinte los conflictos se solucionaron por constitución. Todas las guerras entre partidos se concluían con una constituyente. Pero, recientemente uno puede tomar el ejemplo de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, fue un proceso que desmovilizó exitosamente tres grupos guerrilleros y los reincorporó a la sociedad, de forma política, social y económica; Navarro Wolf y Gustavo Petro están ahí, hay senadores de partidos de oposición que en su momento eran del M19, si con ellos funcionó, ¿por qué con estos no?, ¿por qué ahora nos oponemos eso?, obvio las guerrillas son totalmente diferentes.

Por ejemplo, hace dos semanas el ELN empezó en una agenda de negociación, pero ellos son totalmente diferentes a las Farc; son guerrillas, son socialistas, pero sus territorios de influencia, su identidad, capacidad militar e ideología son diferentes. El asunto es que en una eventual desmovilización de las Farc se verían vacíos de poder: hay una máxima política que establece que pueden haber vacíos de Estado, pero no de poder, si el Estado no está ejerciendo su papel en un lugar alguien va entrar a controlar ese sitio. Por eso actualmente debe buscarse aumentar la presencia y capacidad del Estado en las zonas periféricas de Colombia.

 ¿Eso sí se está haciendo?

Debería, aunque la consolidación de la presencia del Estado sea compleja. Hay que tener en cuenta que en el caso colombiano pueden haber aún escenarios de conflicto, pero también hay zonas donde ya se vive el posconflicto; un ejemplo en acciones concretas es el desminado conjunto entre guerrilla y Estado. Pero también hay que tener presente que hay otros grupos armados ávidos de tomar el poder y hacerse presentes en territorios que eran controlados por las Farc.

 ¿Qué sería lo más difícil del posconflicto? Aparte de esos vacíos de poder

El consenso. Las acciones de posconflicto son: desmovilización, desarme y reincorporación a la vida civil; la dejación de armas se puede lograr, los diseños institucionales son factibles, pero la reincorporación es compleja, porque hay una estigmatización. Finalmente el asunto es que hay que pensar que esto es una oportunidad, una guerra de guerrillas no se gana, hasta donde yo sé, porque la gran mayoría de países que han tenido guerrilla, casi un 90% de casos, se han solucionado vía negociación, escasamente por supremacía militar. Esto parte del presupuesto de que las guerrillas no tienen afán: ¿Cuándo atacamos?, cuando haya una oportunidad, mientras tanto estamos por ahí, en algún lugar.

Uno tiene que ser consciente de que llegar a los acuerdo de paz con los grupos armados tiene unos costos, pero buscar la solución armada del conflicto también los tiene, ahora, la sociedad tiene que decidir cuál de esos dos quiere asumir. Si quieren la solución armada, hágale, pero hace no más dos semanas salió un informe que decía que el 84% de las personas que están en las Fuerzas Armadas pertenecen a los estratos 0, 1 y 2: ¿Quiénes van a ir a combatir?, no van a ir los empresarios y los políticos que hoy están sugiriendo que esa es la mejor opción, ellos tienen esquemas grandes de protección y están seguros, alejados del conflicto armado; ellos van a mandar a este grupo poblacional al frente, a los pobres.

¿En su posición, está usted de acuerdo o en desacuerdo con el proceso de paz?

Es una opción, la guerra de guerrillas no se gana de forma militar, como lo dije anteriormente. Todos van a decir cosas, claro, si usted solo toma la información que le dan algunos políticos, pero contraste eso con la realidad de las víctimas: ¿Cuál fue el precio de construir ese imaginario de que la guerra se iba a ganar?, ¿cuántos muertos hubo?, ¿cómo se implementaron las políticas de Estado ahí?, para hacer referencia a los falsos positivos, ¿cuántas víctimas del Estado se generaron?

 Eso es lo complejo de la guerra de guerrillas, el Estado no puede distinguir fácilmente entre combatientes y población civil

El asunto es que hay sectores de la población que se identifican con la guerrilla. Si el Estado no me da servicios, convivencia, administración, justicia, hay otro actor que va a dar eso. Los ciudadanos, entre los derechos que deben tener, es un derecho al Estado, la capacidad de incidencia en la prestación de unos servicios básicos. Hay sectores donde no está el gobierno. De hecho, hace poco el alcalde de Medellín lo reconoció, hay lugares donde la presencia de la alcaldía y la gobernación es muy gris, y esta ausencia ha sido sustituida por otros, como las bandas criminales.

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