Desde el mundo de la
salsa
Por: Diana Carolina Bedoya C
“…Yo soy el son
cubano todos me bailan contentos se divierten
como hermanos soy guajiro monte adentro…”
JOE QUIJANO. yo soy el son cubano
La
noche invade lentamente la ciudad y desde la oscuridad
surgen nuevos mundos, personajes y ritmos; la
noche respira otro aire, aire de rumba, pachanga
y porqué no de guaguanco. Es difícil
sentir el palpitar de la penumbra recién
parida pues, sin pensarlo, en distintos puntos
de la ciudad la salsa, aquel movimiento expresivo
surgido en los setenta, irrumpe vertiginosamente
por la venas de los caminantes de estos espacios
cargados de sensaciones explosivas y sabor latino.
Durante las horas que trascurren,
la salsa se mezcla entre el baile, el goce total
de las letras y el ritmo que guarda cada nota
musical; Juan pachanga, un andariego sin destino,
murmura casi sin aliento “este humilde jibarito
sufre y parcha con estos temas, como diría
el viejo Isma. (Ismael Rivera) Borinqueando bonito,
bien bonito” mientras suelta una bocanada
de humo. Para muchos la “fuma” combinada
con la salsa crea un estado de hibridación
inexplicable, pues las notas calientan la sangre
y produce una reacción casi química
que es expresada a través del movimiento
continuo de pies y golpes de manos.
Mientras en la lejanía
se escucha “…salchicha con huevo me
pidió al amanecer…”Juan pachanga
sólo se mueve intentando dar ritmo a su
pequeño cuerpo, dejando ver el efecto producido
por la marihuana y unas cuantas cervezas; son
muchas las maneras como este personaje vive y
disfruta de esta mezcla de ritmos; es notable
la presencia quizás del dios Baco en su
alma, pues esta euforia ante estos sonidos salseros
muestra las profundas marcas que ha ido dejando
en su piel, carne y huesos.
El mundo popular, y el que no
lo es tanto, vive y disfruta de los giros de las
notas musicales, sus subidas y bajadas; entrar
y observar del deleite de la salsa desde otra
mirada, diferente a la Juan Pachanga por ejemplo,
da muestra de los distintas imágenes que
guarda estos sonidos bestiales; Arturo correa,
considerado así mismo hijo de la salsa,
describe el amor a ella como “el son de
los pobres que lleno la vida de todos de ritmo,
hasta de los que se llaman ricos”, aunque
su compañero de juerga de nombre desconocido
solo con una frase la define como “un ritmo
internacional que hace que la fiesta dure y dure…”;
pero aunque los ritmos son los mismos el ambiente
en este espacio de la ciudad es distinto al mundo
de “abajo”, pues ese culto a la salsa
a través del baile que se mezcla con las
notas, el sudor y el olor a “hueco”
desparece por la presencia de la realidad estandarizada
en la mente de los presentes.
“La fuma de ayer/ ya se
me pasó/ esto es otra fuma/ que hoy traigo
yo/ bien cheverón.”.
Henry Fiori
Por eso la combinación
de amor y odio que carga la salsa crea una revolución
de ritmos, formando una cosmovisión que
glorifica los sonidos latinos donde el sonar de
los timbales, junto con las congas, la tambora,
el bongó, la campana y las maracas establecen
un ambiente caribeño con grandes cargas
de sonido “barrial” que forman una
atmósfera imaginaria de vivencias a través
de las letras de sus intérpretes, donde
las drogas, el desamor y la delincuencia brindan
al melómano una concepción más
popular de aquel mundo interior, pues sin duda
alguna la calle y todo lo que esta la rodea hace
parte importante en la fuga de la linealidad de
la vida actual.
Entre la pachanga y el jolgorio
las letras salsómanas ocultan un intenso
sensualismo que desafía de manera directa
las heterogeneidades del mundo cada día
más complejo, pues sin quererlo las diferencias
se mezclan entre el sudor de los danzantes, la
mirada de los asistentes, el olor profundo a cigarrillo
de los adictos y la presencia absoluta del changó
en el espíritu rumbero de todos los presentes;
tal como lo expresa Catalina Laverde, asistente
continua a estos espacios de salsa, “vivir
simplemente vivir invadido de salsa” o como
lo cantara algún día la Sonora Matansera,
inspirada quizás en las rumbas cargadas
de ritmo caribeño,“fiesta es fantástica
fantástica esta fiesta…”
La combinación total de
elementos latinos convierte a este tipo de música
en la mayor representante de la tradición
caribeña, pues ésta, sin quererlo
viajó desde las entrañas neoyorquinas
con suspiros cubanos y esencia puertorriqueña
a llenar de euforia con sus descargas bestiales
los fríos suburbios colombianos; pues sin
duda alguna cuando suena un timbal en cualquier
parte de Medellín, y del mundo, su eco
retumba en las almas quizás de Larry Harlow,
cuco Valoy, Joe cuba, Roberto Roena, Tito puentes
y porque no Celia Cruz.
“… salsa bien brava
te traigo para que gozen lo pollos…”
Orquesta Son

|
 |