Como retribución al
ofrecimiento de un plato de comida, “los
aguapaneleros Jesuá” dejan su marca
y hacen alarde de su voz, conglomerando alrededor
de 500 personas llamadas “gentes de la noche”
Creer
que los jóvenes sólo piensan en
ellos mismos, en rumbear, pasear, comer o dormir,
a veces puede ser contradictorio; pues al nororiente
de la ciudad de Medellín, más
exactamente en el Parque Gaitán, existe
un grupo juvenil llamado Jesuá, cuyos
integrantes, con un interés mancomunado
y con sus “manos unidas”, buscan
la construcción de un nuevo vivir, de
un naciente mundo en el cual no existan discriminaciones,
ni mucho menos seres humanos condenados a habitar
las calles, aguantando hambre y sufriendo inclemencias.
De este modo en el año 2003, en la Parroquia
Santa Ana, nace la idea de crear grupos que,
aparte de recibir una orientación evangelizadora,
tengan la posibilidad de hacer “algo”
por la sociedad menos favorecida. Después
de una larga lucha y variados inconvenientes,
aparece Juan David Carvajal, un seminarista
dispuesto a trabajar con las personas residentes
del sector. Él, inmediatamente, se inclina
a laborar con los jóvenes, claro está,
con los brazos abiertos para recibir a todo
aquel que desee unirse a esta causa. Sólo
bastaron unos pocos avisos en las eucaristías
de los domingos para alcanzar un conglomerado
de jóvenes con frescos ideales, quienes
empezaron a reunirse, y el grupo cada vez crecía
más: son personas entre los 15 y los
24 años de edad, quienes retomarían
el concepto de “Aguapaneleros de la Noche”,
una fundación creada en Medellín
con el fin de rehabilitar por medio del apoyo
físico, moral y espiritual a los hermanos
de la calle, mal llamados "indigentes",
que viven en el centro de Medellín.
Así, pues, surge “Aguapaneleros
de la Noche Jesuá”, quienes, con
una misma perspectiva, anexaron significativos
cambios a esta labor, como llevar a las calles
no sólo aguapanela con pan, sino también
lentejas, chocolate, tostadas y carnes frías,
sin dejar de lado que se regala alguna ropa
en buen estado, la que se utiliza como medio
de intercambio, es decir, “doy ropa a
cambio de botellas de sacol”, comenta
Joan Roldán Serna, asistente del grupo.
Este evento genera grandes costos, entre ellos,
el transporte, además, se hacen 500 comidas
para repartir en la noche. Por esta razón,
es necesario recurrir a las diferentes parroquias
del barrio, para que proporcionen sus donaciones
o parte del mercado, a la vez, se les hace un
llamado a los padrinos del grupo juvenil y a
las demás personas que, directa o indirectamente,
se encuentran vinculadas con el movimiento.
La suma de los gastos que produce esta obra
es de aproximadamente 800.000 pesos.
Jesuá no pertenece a un estrato económico
alto y, por ende, sus integrantes no tienen
los medios suficientes para patrocinar esta
campaña con su propio dinero. Las visitas
al centro de Medellín se hacen dos veces
por semestre. Sin embargo, y pese al largo tiempo
que transcurre entre visita y visita, los jóvenes
ya poseen un reconocimiento en la zona.
Es necesario recalcar que los integrantes de
Jesuá, un día antes de la salida,
tienen un encuentro o reunión extra,
en la que el coordinador brinda una charla psicológica
y finalizan con el estado económico en
el que se encuentra el grupo; por último,
el día de la partida, el sacerdote realiza,
en compañía del seminarista, una
eucaristía, a la vez que se comparten
experiencias y expectativas generadas a lo largo
del camino.
Una de las anécdotas que más recuerda
Juan David fue la primera salida como “aguapaneleros”,
puesto que nadie quería acercarse al
grupo de jóvenes que llevaba las provisiones,
primero, por desconfianza y, segundo, porque
los habitantes de la calle no conocían
dicha organización.
Finalmente, y con todo listo a las 7:00 p.m.,
parten hacia el centro de la ciudad en el sector
de Guayaquil, haciendo claridad en que la hora
de regreso es la 1:00 a.m. Al llegar al lugar,
cantan: “llegaron los aguapaneleros, llegaron
los aguapaneleros”, sin embargo, es muy
difícil que se acerquen, comenta Juan
David. Pero, iba transcurriendo la noche y la
confianza crecía en el sector, pues la
evangelización y el reconocimiento de
los valores se afianzaban más agudamente,
debido a que en el entorno se respiraba un ambiente
de igualdad y felicidad.
Inmediatamente al ver lo que sucedía,
los “indigentes” lleganban al lugar
y algunos hacian la fila para recibir la comida.
En ese momento, uno de los habitantes de la
calle irrumpió con el orden, dando paso
a un pequeño bullicio: de la nada aparece
uno de los líderes del sector en estado
de embriaguez y un poco drogado, quien sacó
un revólver y le descargó sin
compasión, unas cuantas balas al hombre
que había formado el desorden. Por suerte,
sólo le dio un disparo en la mano y,
con la ayuda de la policía, se trasladó
al hospital.
“Después de este episodio trabajamos
con mucha paciencia y respeto para con los mendigos;
utilizamos el diálogo y nos va a la perfección”,
insiste Carvajal. Luego, los integrantes de
Jesuá realizan una pequeña recreación
y evangelización con cada uno de ellos,
y parten hacia sus casas con la satisfacción
de haber calmado hambres y regalado un buen
rato a ese grupo de personas.