BALAS DE PAPEL: LITERATURA SICARESCA
Por: Danny Isaza
A.
Como retribución al
saqueo de nuestras tierras durante la colonización,
España dejó como su marca no sólo
en la arquitectura y la religión, sino
también una manía de viveza que,
más adelante, se desarrollaría en
ciertas épocas y lugares.
Mediante
este fenómeno, los españoles llevaron
a los textos esa famosa forma de ser más
“vivos” que los otros, llamándola,
para ese entonces, la literatura picaresca, cuya
función era la de mostrar la realidad de
cómo el pobre, para salir de la pobreza,
se las ingeniaba engañando a los demás.
Para eso basta recordar la obra “El Lazarillo
de Tornes”.
Y como única cuna nace,
en Antioquia a finales del Siglo XX “una
tremenda moda literaria paisa que revela no la
pobreza de nuestra narrativa, sino la de nuestra
realidad: pelaítos sin semilla que duran
poco en sus historias callejerasӬ.1
Literatura bautizada con el nombre de Sicaresca,
en la cual, al igual que en la Picaresca, existe
la necesidad de rebuscarse la vida, aunque el
rebusque de la segunda sea, en esencia, cruel.
Un rebusque que ha sido plasmado
en esta nueva literatura que va de la mano con
una terminología de “parce, ñero,
faltón”; un vocabulario estigmatizado
pero que, en el fondo, a todos nos pone a “tirar
risueña”. También lleva elementos
como la exposición de sus sentimientos
y la descripción de una Medellín
violentada, que sirve como escenario para que
Rosario Tijeras, del escritor antioqueño
Jorge Franco Ramos; y Alexis, personaje central
de “La Virgen de Los Sicarios”, de
Fernando Vallejo, conjuguen constantemente los
verbos robar, matar y escapar, siendo los únicos
protagonistas y narradores de su vida.
Lo
característico de este género literario,
que habita en los hogares más humildes,
en los burdeles de la ciudad y compañero
inseparable de la necesidad, es que relata de
manera muy minuciosa la forma como el “pobre,
para salir de pobre, se mete en el sicariato “2,
dejando al descubierto una faceta más vulnerable
del personaje que se atreve a esconder sus sentimientos.
Como nos dice Jorge Franco, en
Rosario Tijeras: “A Rosario la vida no le
dejó pasar ni una; por eso se defendió
tanto, creando a su alrededor un cerco de bala
y tijera, de sexo y castigo, de placer y de dolor”.3
Cabe destacar que la literatura
sicaresca muestra la ciudad desde su periferia,
tanto en época como en gusto. “Medellín
es como esas matronas de antaño, llena
de hijos, rezandera, piadosa y posesiva, pero
también es madre seductora, puta, exuberante
y fulgurosa. El que se va vuelve, el que reniega
se retracta, el que la insulta se disculpa y el
que la agrede las paga”4.
Es duro, parcerito
Es evidente que esta ciudad aún siga construyendo
personajes sicarescos, es un oficio que permanecerá
mientras los conflictos persistan en las comunas.
El Mosco, un sicario de 24 años,
de contextura delgada, cabello corto y de mirada
desconfiada, comenta su experiencia y dice:
“Parcerito,
es duro estar en esta chimbada y más cuando
se sabe que uno está dañando a otra
persona por un bocado de comida. Pero, como digo,
sólo sobrevive el más fuerte y yo
nací para sobrevivir”.
En los años 80 del Siglo
XX, Medellín se sumergió en una
etapa de violencia fuera de lo normal, cuando
el narcotráfico estaba en sus días
de mayor preponderancia que tanto marcaron de
manera significativa su vida.
“Uyy, viejito. Eso
comenzó cuando yo era pelao. Yo tenía
13 años, y mi cucha lavaba casas. Más
adelante un man de esos nos ofreció un
camello que era bajar a Medellín a quebrarse
un mancito y el billete era bueno, nos metimos
de güevas en eso, claro con mucho susto pero
coronamos. Esa noche las cosas cambiaron comencé
a ganar respeto y mas trabajo. Los manes que he
quebrado, no recuerdo. Sólo sé que
han sido por encargo o por faltones”.
Así como la literatura
sicaresca hace una descripción detallada
de un lugar, una época o sus formas de
vivir, El Mosco recuerda a esa Medellín,
cuando estaba comenzando a “progresar”
en su trabajo:
''En
el barrio estaba de moda usar unos bluyines bota
tubo (de bota muy estrecha) todos gonorreas que
le apretaban a uno las..., eso era carísimo.
Los manes duros eran los que los usaban. Había,
también, un programa de televisión…
los renegados.., parce, uno quería ser
como esos manes. Lo que más me marcó
fue la muerte de muchos parceritos. Todavía
me acuerdo las canciones de salsa, las de Pedro
Navaja y las farras con mis parceros en los Diciembres”.
Medellín, para esos años,
experimentó una fase de orden social muy
difícil y muchos fueron los temas de investigación
que giraron alrededor de ella.
Mosco: ¿qué opina
de los escritores que llevan a los libros situaciones
de muchachos como usted y cómo ve el futuro
de los “pelaos” del barrio, teniendo
en cuenta el alto grado de delincuencia?
“Hay pelaos que quieren
salir adelante por el buen camino, estudiando;
también hay otros que desde pequeños
nacen resentidos con la sociedad y comienzan a
hacer daños muy rápido. Es triste
ver mancitos ya marcando calavera, pero esa es
la ley de la vida que reina en estos barrios”.
“Sé que mala
hierba nunca muere o árbol torcido jamás
se endereza. Por eso es precisamente ese mundo
el que interesa a los escritores, tomar los papeles
de nosotros porque ellos no pueden ser como nosotros,
para ellos la vida si ha sido color de rosa, mientras
para nosotros ha sido color de mier…”
Para mirar la vida de otra forma,
para entender a Rosario Tijeras, al Alexis de
La Virgen de los Sicarios y la vida del Mosco,
es conveniente indagar más allá
de esa corteza del malo y de su revólver,
la que guarda un ser humano que trata de salir
adelante sabiendo que lleva en su frente una marca
de vencimiento, una de muerte.
Y como nos dice Jorge Franco:
“Pero lo que me contó, lo que
vi y lo que pude averiguar fue suficiente para
entender que la vida no es lo que nos hacen creer,
pero que valdría la pena vivirla si nos
garantizaran que, en algún momento, nos
vamos a cruzar con mujeres como Rosario Tijeras”.
Finalmente, de qué nos sirve ser indiferentes
cuando tenemos un género literario que
constantemente reúne vivencias, que nos
recalca los errores cometidos y los pecados en
los que habitamos, la tristeza y la desgracia
que trae la muerte ¿No será hora
de hacer algo? O dejar que la literatura siga
plasmando en sus hojas la crueldad que deseamos
olvidar.
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