LOS HIJOS DE LA CRIADA
Por: Juan Diego Cadavid Campuzano
La
dinámica de la vida urbana ha desplazado
la presencia educadora de los padres para descargarla
en personas ajenas a la familia, con sus propios
valores y su forma particular de ver el mundo.
Un acercamiento a un fenómeno contemporáneo.
En el tema de la edu-comunicación,
se ha hablado de lo mucho que la televisión
ha influido en la mente o, mejor, en la educación
de los niños. Y es verdad, pero ¿por
qué la televisión ha jugado este
gran papel educativo?
Ésta es la pregunta que
se hacen un sin número de estudiosos. Y
no es una pregunta reciente, pero una de las teorías
más aceptadas ha sido: la velocidad con
la que el modernismo, y ahora el postmodernismo,
se inyecta en nuestras vidas y obliga a los actuales
padres a vivir trabajando para así, movidos
por la nueva y fantástica percepción
del tiempo, poder mantener un nivel de vida respetable,
con cierta cantidad de “lujos y comodidades”
y, así, poder otorgar un nivel de vida
más alto a sus niños.
Esas comodidades se traducen
en los más jóvenes en un mejor nivel
educativo (en cuanto a la escuela tradicional),
un mejor nivel económico, una vasta cantidad
de relativas comodidades y, por supuesto, un tiempo
de menor calidad entre padres e hijos. Es entonces
cuando los programas de televisión empiezan
a ser parte del alter-mundo del niño, el
cual se nutre de información constante
y sonante, tanta, que el niño va a crear
un vínculo especial con dicho aparato.
En realidad, esto ya lo saben
los padres contemporáneos y por eso buscan
una solución alterna para que el niño
no se robotice “pegado a ese aparato”,
sino para que socialice con alguien, para que
“lo cuide”; y es entonces cuando empiezan
a surgir dos personajes importantes de nuestros
tiempos: la abuela y la criada o, como comúnmente
se conoce: “la muchacha del servicio”.
Las
abuelas de hoy día se han actualizado:
ya no son aquéllas que “educan”
bajo el rigor tradicional y, por tanto, empiezan
a brindar una educación un poco más
abierta a los nietos. Es decir, ya no crían
a los nietos como a los hijos, sino que buscan
evitar cometer los errores educativos que tuvieron
con ellos y es por esto que las abuelas se ganan
el titulo de “alcahuetes”.
Pero, ¿qué sucede
con las criadas? Son personas aparte de la familia
que “las nuevas necesidades” van integrando
a este núcleo tan complejo y diverso. Son
esas personas que los padres buscan con tanto
rigor y tanto anhelo para que “cuiden”
a sus hijos, son esas personas a las que pueden
culpar de cualquier cosa que les suceda a los
niños.
Sin embargo, allí están,
cumpliendo labores de los padres ausentes, enseñándoles
a los niños cómo socializar en el
mundo, sosteniéndolos en sus primeros pasos,
ofreciéndoles un cariño igual o
mayor, al que los padres les ofrecen. Es cierto
aunque parece irreal: ver un parque de un estrato
medio o medio alto, es ver a la criada jugando
con niños “ajenos”; niños
que los mismos padres prestan o alquilan para
que otra persona los cuide, les brinde afecto
y los acompañe en el vacío que ellos
(los padres) han tenido que dejarles.
Y, ¿qué papel educativo
juegan las criadas en estos niños? Sin
duda alguna es mayor que el que brindan los padres.
Ellas, las criadas, son las que están presentes
en los momentos cruciales de la educación
de un niño: siempre están ahí,
en ese lugar que los padres están olvidando;
son las primeras personas que ven cuando regresan
de los jardines infantiles (si es que no son las
criadas quienes van por ellos), están ante
cualquier pregunta que el niño formule,
entre otras.
En pocas palabras, son las personas
que, junto a los medios, están educando
a los niños.
El papel que la criada cumple
es de gran influjo en los niños. Empecemos
con decir: ya se habla de la forma en que los
medios pueden educar, de cómo un padre
cría a su hijo; pero es en este punto donde
términos como educación y crianza
se entremezclan y pierden su sentido original,
por así decirlo.
Cuando hablamos de crianza, es
el término utilizado para un niño
que es cuidado por algún miembro de la
familia, esta persona que le enseña a socializar,
que lo debe guiar en lo moral y en lo ético:
la abuela, un tío, una hermana son buenos
ejemplos. Pero la criada, ¿acaso no es
contratada para cumplir esta labor? Es entonces
cuando los medios reaparecen en el discurso educativo;
si fuera por esta definición, implicaría
que los medios, más que educar, están
criando a los jóvenes de hoy día.
Teoría que sería absurda, puesto
que los medios únicamente transmiten información,
más no ayudan al niño en ese proceso
de socialización, al contrario, es posible
que encasillen más al niño a encerrarse
en su propio mundo.
Pero,
como los griegos, el hombre actual utiliza a un
personaje externo para que eduque a sus hijos,
un pedagogo (pedis: niño. Agogos: conducción,
orientación, guía). Eso sí,
en el caso de los griegos, el niño era
llevado por “el ayo” (esclavo encargado
de criar o educar a un niño). Es decir,
un factor externo que puede ser tomado como base,
no solo de una crianza, sino de una enseñanza
un poco más folklórica. Hoy, se
contrata a una mujer para que cumpla el mismo
papel de “el ayo” griego.
Dicho esto, el papel de las criadas
es, indirectamente, cumplir una doble función:
criar y cuidar (la principal de éstas),
y educar. Pero, ¿de qué manera educa
la criada? Pues por el simple hecho de que, al
serle permitido el cumplimiento de la primera
labor, anteriormente comentada, trae consigo un
sinfín de recursos externos que, indudablemente,
transmitirá al pequeño (ya sean
aspectos positivos o negativos) y, de igual manera,
prestará una educación no formal
mediante una oralidad tradicionalista, por no
decirlo de otra manera, “popular”.
Por tanto, lo moral y lo ético
se entremezclan en un sinnúmero de significados
para el niño. Esto les permite absorber
una cierta enseñanza que los padres han
decidido dejar a la criada, mientras ellos le
aseguran una mejor educación (formal) a
sus hijos.
Los factores externos que atraviesan
a las familias modernas, y postmodernas, han generado
cambios en la percepción del término
“educación”: Le inyectan nuevos
componentes y artilugios que permiten un relativo
facilismo en estos nuevos núcleos familiares,
los cuales son cada vez más reducidos.
Sin embargo, y para concluir, estos interrogantes
quedarán abiertos para una futura discusión:
¿es viable afirmar que dichos factores
externos influyen directamente a la educación
de las nuevas generaciones? ¿Cómo
influye, finalmente, dichos factores externos,
como la criada, en la transición del niño
al adulto? ¿Qué distinguirá
a estas generaciones de “criados por la
criada”?

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