UN MUNDO PROPIO
Por: Paolo Billalba Storti
Camilo
Uribe es un niño con unos enormes ojos
cafés que denotan un aparente aislamiento
de la realidad, pero si es él quien decide
mirarlo a uno a los ojos, se siente el privilegio
de ser invitado hacia su propio mundo. “Me
encanta dejar todas las canillas del agua abiertas
mientras sacudo mis manos de la emoción.
Mientras mi mamá me grita que cierre la
llave, yo grito eufórico -ma ma gua- .
Si me cierran las llaves, me pongo furioso”.
Camilo es muy inteligente. A
pesar de la dificultad que tiene para hablar,
se comunica con unas visuales . “Me enfurece
cuando les muestro la visual de comida. Mi mamá
me dice que no debo comer tanto porque hay que
dejarles a mis dos hermanos y a mi papá.
Es cuando comienzo a gritar y a llorar y no entiendo
por qué mi mamá se enoja conmigo”.
Camilo llorando, coge la visual y comienza a morderla
con los dientes, mientras su mamá lo abraza
y le explica serenamente. Las manos de Camilo
tienen unos moretones.
Doña Luz Ángela
Uribe, madre de Camilo, comenta mientras tiende
su cuerpo agotado en un sillón de plástico
y sus manos delgadas toman un vaso de agua: “nosotros
no sabíamos que el niño era autista
hasta hace apenas un año. Él tiene
siete años. Nosotros carecemos de medios
económicos para meterlo a una institución
especial, pues es demasiado costoso, además
de que mi esposo está desempleado y sólo
vivimos de lo que me gano, lavando ropa y vendiendo
tamales”.
Camilo estuvo en una escuela
pública que quedaba cerca de la casa, en
el barrio Aranjuez San Cayetano. Por la ignorancia
que existe actualmente en la ciudad sobre el tema
del autismo, con Camilo se utilizaron métodos
erróneos en su aprendizaje. Según
Doña Luz Ángela Uribe, “con
Camilo tuvimos que amarrarlo varias veces en la
silla del comedor. Camilo gritaba mucho, es muy
hiperactivo y cuando no se le da lo que quiere,
se vuelve agresivo. Mi matrimonio estuvo a punto
de terminarse por tanta tensión; hasta
la profesora también lo tenía que
amarrar del pupitre porque no dejaba estudiar
a los compañeros”.
En
Agosto del presente año, Doña Luz
Ángela Uribe se vio obligada a retirar
a Camilo de la escuela donde estudiaba , debido
a la carencia de modelos pedagógicos por
parte de la maestra en el tratamiento de niños
autistas. Desesperada Doña Luz Ángela
por encontrarle un lugar en donde Camilo pudiera
estudiar, sin molestar a sus compañeros
y profesores, por medio de una vecina conoció
una institución especializada en el tratamiento
de niños con síndrome de Down y
autismo. Sin embargo, sus sueños no demoraron
en derribarse cuando supo que la mensualidad en
dicha institución era de 300 mil pesos.
“Yo estaba desesperada... sin trabajo mi
esposo y Camilo gritando de aquí para allá
y de allá para acá. Afortunadamente,
la directora de ese colegio me dio una última
luz de esperanza y me dijo que hablara con Maribel
Zuluaga, quien es la psicóloga de Bienestar
Familiar que trata a Camilo”.
Maribel Zuluaga es una Psicóloga
que trabaja con familias remitidas por Bienestar
Familiar. Según ella, son muy pocas las
ayudas que se prestan a este tipo de familias
debido a la escasez de recursos que tiene la institución.
Ella comenzó a realizar desde hace un mes,
terapia con los padres de Camilo y con éste.
Maribel Zuluaga cuenta: “muchas de las crisis
emocionales de Camilo se deben a que su familia
nunca lo ha entendido, ya que si él pide
algo, enseguida le gritan o lo ignoran . Los niños
autistas tienen una especie de ceguera mental,
es decir, ellos creen que lo que piensan es lo
mismo que piensan todas las personas, igual creen
que lo que sienten, también lo sienten
los demás”. Actualmente toda la familia
Uribe se encuentra en terapias que han logrado
mejorar la comunicación entre sus padres
y Camilo.
Se
encuentra Camilo en la sala de su casa llorando
mientras golpea contra el suelo un carrito de
madera que le regaló su papá el
día de su cumpleaños: “A veces
no entiendo lo que quieren decir las personas
con las expresiones de la cara, ya que no entiendo
las expresiones. Quizás una persona se
enoja conmigo, o no quiere jugar conmigo, pero
no me doy cuenta. Parece que las personas mayores
piensan que debiera saber automáticamente
cuando alguien no quiere jugar conmigo. No lo
capto hasta que es demasiado tarde”.
La situación de Camilo
es uno de los tantos casos de autismo que existen
en la ciudad de Medellín; casos que también
se pueden percibir en la literatura: “Mi
madrina no me deja salir solo a la calle. Cuando
me saca a dar la vuelta es para llevarme a la
iglesia a oír misa. Allí me acomoda
cerquita de ella y me amarra las manos con las
barbas de su rebozo. Yo no sé por qué
me amarra las manos; pero dice que porque dizque
luego hago locuras ”.


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