Positivo: la batalla por la vida

Leslie Mariana Correa Salazar

Personas diagnosticadas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH/SIDA) y rechazados por la sociedad, buscan una mejor calidad de vida. El apoyo de fundaciones y médicos expertos en el tema es fundamental.


José Alberto Mesa Ospina, “Chepe”, como lo llaman sus conocidos, con 51 años de edad, fue diagnosticado con el virus de inmunodeficiencia  humana, VIH, hace 14 años. En el año 2010 creó la Fundación Armonía y Paz de Antioquia. Familiares y pacientes con esta enfermedad, reciben de este organismo ayuda humanitaria ante la discriminación y el abandono de la sociedad y el Estado.

Mesa Ospina inició esta labor humanitaria cuando tenía 31 años de edad cuando aún no tenía el virus. El destino lo llevó a relacionarse con la enfermedad y con quienes estaban infectados y a cuidar a su pareja. Nunca imaginó que tiempo después, él estaría en las mismas condiciones. Desde ese momento, su vida cambiaría.

Día a día lucha por el bienestar de todas las personas que tiene a su cargo. Les ofrece vivienda, alimentación y los cuidados necesarios, pero especialmente los hace sentir miembros de una familia donde encuentran amor y dedicación. Por la Fundación hasta la fecha han pasado aproximadamente 85 pacientes de diferentes edades, tanto niños como adultos.

Este lugar aparte de ser un refugio, también es una fuente de superación tanto emocional como físicamente. No solo se ayuda a las personas que ingresan a la Fundación sino también a los recién diagnosticados, Chepe les ayuda con su conocimiento y capacidad para demostrarles que pueden llevar una vida normal.

Sin un apoyo económico por parte del gobierno, ni ayuda profesional para tratar a los pacientes, Chepe no se arruga y dice: “yo les organizo la ropita, les hago la alimentación, entre todos hacemos el aseo de la casa, yo estoy pendiente de la toma de los medicamentos de las citas médicas, estoy pendiente de todo”.

Sin importar el sacrificio que implica para su vida, hace una prerrogativa: “pido mucho a Dios que me dé salud para continuar; es lo único que yo pido. Muero el día que me tenga que ir de acá porque me gusta estar pendiente de aquel, de trasnocharme con el otro y al otro día levantarme y darles la comidita”.

En Antioquia, según la Secretaria Seccional de Salud y Protección Social,  hay aproximadamente 10.846 personas infectadas con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH/SIDA). El 40% de esa cifra pertenece al área metropolitana de Medellín. Vanessa Salazar Mira, encargada de las estadísticas de programas de VIH, afirma que alrededor de 20 casos por mes se presentan en la ciudad.

Estigma y discriminación

Según afirma El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA  (ONUSIDA), “en el fondo, el estigma se crea y es a la vez creado por la desigualdad social. El estigma se origina en lo profundo de la estructura misma de la sociedad, en las normas y en valores que rigen la vida diaria. El estigma hace que ciertos grupos dentro de una sociedad resulten subestimados y avergonzados, a la vez que estimula sentimientos de superioridad en otros”.

Por su parte el director de la Fundación afirma que “estigma y discriminación lo vivimos en todo momento, con los familiares que los rechazan,  por el que dirán de la sociedad e incluso, aquí mismo con las personas de alrededor del hogar y hay que saber llegarles a cada uno para que vean que este tema se puede tratar. Pero estigma y discriminación siempre lo hay y siempre lo habrá”.

El estigma y la discriminación muchas veces es peor que hasta el mismo virus, donde la ignorancia en la sociedad se encarga de poner de un lado a todos los contagiados siendo este el obstáculo más grande para ellos. “Algunos de los pacientes dejan el tratamiento de un lado al ver que son juzgados por la sociedad”, cuenta Vanessa Salazar Mira.

Diagnóstico y tratamiento 

Juan Carlos Álzate Ángel, es un médico general y lleva seis años trabajando con pacientes con  VIH/SIDA. “La enfermedad por VIH/SIDA es un virus transmitido la mayorías de veces, por trasmisión sexual pero puede tener otras formas de transmisión básicamente por trasfusiones de sangre que es muy poco probable en nuestro medio. Hay otra forma de trasmisión muy importante que es una gestante que tenga el virus se lo pueda trasmitir al bebé”, dice Álzate Ángel.

Con los avances que ha tenido la medicina se puede detectar el virus con tan solo quince o veinte días de ser contagiado. Los síntomas son conocidos como el síndrome antiretroviral agudo que en muchos casos son como la fiebre, dolor de garganta, brotes, dolor en las articulaciones, dolores de cabeza e inflamación de hígado. “La cuestión es que son síntomas que parecen a otros y se pueden confundir sin tener en cuenta en que tuvieron una relación sexual hace poco, que no usaron preservativo y se enfocan en otras enfermedades como una gripa y no se diagnostican a tiempo”.

Con un promedio de cinco a seis años, la persona no siente ningún síntoma, pero el virus dentro del cuerpo poco a poco se va multiplicando y su organismo afecta unas células llamadas CD4 que son muy importantes para las defensas. Según el médico Álzate, “mientras las personas están por la vida común y corriente pueden pasar dos cosas: uno, que la enfermedad está progresando y que sus defensas están bajando y la otra, muy importante, es que puede tener relaciones con otras personas sin protección y les está contagiando la enfermedad”

Durante todo el tiempo que el infectado no fue tratado llega un momento en el que las defensas están muy mal y puede quedar expuesto a que le den muchas más enfermedades que afectan cualquier parte del cuerpo como tuberculosis o cáncer llegando a fase más avanzada.

Por los antecedentes

En año 1981 se descubrieron los primeros casos de enfermedades y durante quince años no se pudo hacer mayor cosa porque los medicamentos que existían en esa época lo único que hacían fue medio retrasar la progresión de la enfermedad que, de igual manera, llegaba a la fase final y fallecían.

Alrededor de hace veinte años aparecieron unos medicamentos que cambiaron totalmente la forma de tratar la enfermedad. Se descubrió que podían atacar el virus dentro del cuerpo y disminuirlo. Gracias a esto la vida de una persona con el virus puede ser digna y normal.

La comunidad LGBTI tuvo muchas persecuciones y fue apartada de la sociedad, pues se decía que la enfermedad era solo para homosexuales. “En ese momento la gente no tenía muy claro cómo se transmitía y hoy en día tampoco, apartaban a esta población por esa misma estigmatización”. Por culpa de estas discriminaciones, muchas personas abandonan el tratamiento, se deprimen o se suicidan por no tener claro que pueden salir adelante.

“Lo primero que hay que hacer es seguir educando a la gente en la forma de la transmisión del virus y concientizarlos que a cualquiera le puede pasar”

concluyó Álzate Ángel.