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La vida al estilo de un mantenido

Por:

Antonella López, Periodista invitada.

Estudiante de Comunicación Social de la UPB

antonellalopez92@hotmail.com

 

Medellín, 26 de abril de 2016.

 

“Mientras nos sentábamos a ver correr a sus perros y al mío, Javier se cruzaba de brazos y miraba hacia el cielo, preguntándose por qué nunca antes me había visto en la unidad en la que somos vecinos”.

Javier tiene 24 años. Es un caleño simpático, bastante alto y delgado, y con un cuerpo que demás que muchos le envidian. Vive con sus dos perros de raza husky siberianos, Kronos y Kiara. A simple vista podría decir que, para mis gustos, es un hombre en el que me fijaría.

Se acercó a mí queriendo preguntarme por mi cachorro de raza Golden retriever y de ahí empezamos a averiguarnos la vida del otro. “Soy desempleado hace como 1 año. Trabajaba con mis papás en una funeraria en el Valle pero tuvimos problemas por un mal negocio que hice y preferí no volver a trabajar. Me mantengo con una mensualidad que mi mamá me manda y con eso me alcanza y me sobra (risas)”. No, no podría fijarme en un hombre así, pensé.

Empecé a preguntarle por sus gustos, por su novia. Quería que me contara qué hacía en sus ratos libres, a ver si encontraba algo más que salir a pasear a los perros, a lo cual respondió: “La verdad siempre me levanto, saco a los perritos, voy al gimnasio de acá de la unidad y espero a que mi novia venga. Vamos a almorzar por ahí, no sé. La verdad es que puedo hacer muchas cosas en el día, como no tengo plan fijo puedo hacer o no hacer”.

Mientras nos sentábamos a mirar correr a sus perros y al mío, Javier se cruzaba de brazos y miraba hacia el cielo, preguntándose por qué nunca antes me había visto en la unidad en la que somos vecinos, a lo que yo le respondí que solo llevo algo más de un mes viviendo en este lugar. “Tenés una cara muy linda Antonella, bastante expresiva”. Pensé que Javier aparte de ser desempleado era bastante coqueto para mi gusto.

Nos levantamos y seguimos caminando por la zona verde de la unidad y yo seguía investigando sobre él. Es hincha fiel del América de Cali pero lo entristece el hecho que un equipo tan grande esté en una categoría baja. Le gusta ver películas de suspenso, casi siempre acompañado de su novia Carolina, con quien no vive pero que mantienen pegados, según dijo. Su comida preferida es el sushi (bastante cara para una persona que no trabaja) y practica fútbol desde que estaba pequeño.

Javier estudió administración de empresas pero nunca quiso trabajar en algo relacionado con su estudio. “Siempre quise montar un restaurante, pero para eso se necesita mucha plata y mis papás no me ayudan”.

Me invitó a tomarme algo en la tienda que queda debajo de la unidad. Guardamos a los perros en los respectivos apartamentos y nos encontramos después de 10 minutos. Mientras bajábamos, Javier me preguntó por mi universidad, por mi novio, por mi familia; los papeles se cambiaron. Mientras respondía a sus preguntas, vi que tenía un tatuaje bajo la mano derecha, así que le pregunté por él. “Locuras que uno hace de joven. Es un lobo, así como Cronos, solo que este es más feito (risas). Siempre me ha gustado esa raza y por eso me lo tatué, aunque a veces me arrepiento. Son etapas y yo quería quemar la de hacerme tatuajes”.

El portero de la unidad lo saludó muy amablemente, como si fueran amigos desde siempre. Me dijo que cada que terminaba de hacer ejercicio se iba a chismosear con el portero de uno que otro marihuanero que hay en el sector. Según él, ha hecho que saquen del conjunto a dos que tenían molestos a la comunidad.

Me preguntó que qué quería tomar, así que le acepté un jugo de mango (mi preferido). Él se compró unos cigarrillos y nos sentamos nuevamente a terminar de hablar. “No te molesta que fume, verdad?” No te preocupes, fue lo único que pude responder, igual, tampoco me molestaba. Después de contarle varias cosas de mi vida, nuevamente empecé yo con el interrogatorio. ¿Te gusta leer?, le pregunté. “En realidad no soy muy bueno. Me gusta leer pero noticias para estar informado, no más. La lectura me da sueño, aunque debería tener el buen hábito de hacerlo. Eso siempre le molestó a mi papá”. Me contó que no se llevaba muy bien con él porque lo molestaba mucho por el trabajo y que por eso su mamá decidió pagarle lejos de ellos un apartamento para evitar las peleas entre los dos. Su padre desde pequeño siempre fue muy exigente con él, y su mamá siempre le ha permitido hacer lo que se le dé la gana; y no lo digo yo, me lo dijo él. Al final de la conversación no pude preguntarle otra cosa diferente a si tenía algún proyecto en mente para su vida; algo a largo o corto plazo. Se quedó pensando y su única y pobre respuesta fue “vamos a ver; todavía hay muchas cosas más por disfrutar de la vida para estresarme con el trabajo”.

 

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